sábado, abril 21, 2007

Para Carla: El Día "B"


"Te entrego mi corazón,

consérvame en tu corazón

y enséñame tu camino de amor."


Se va acercando el día. Desde el año pasado. Desde que somos chiquitas.
Nos conocimos a los 4 años en jardín, vos andabas de rodetito y yo, de rulitos cortitos. En esta etapa, lo que más te entretenía era jugar a la casita, nada de bloques de madera -sólo a veces-, ni de "ciencias de la naturaleza". Ni hablar de la vuelta pajarito, era imposible que enfundada en tu prolijo equipito de gimnasia alguien lograra convencerte.
Nos pasábamos la vida juntas, venías a mi casa o yo iba a la tuya, cuando no íbamos al parque a huir de los perros gigantescos, patinar en el monumento a Bolívar -ustedes, que saben-, tratar de dejar a Popi fuera del juego -éramos niñas malvadas-, o juntar flores -"corona de novia", obvio, entre otras- aunque lloviera y que a veces fueran casita de algún bicho tan malo como nosotras. Así de "malas" y de caracteres fuertes hemos sido y seguimos siendo. Al menos una vez, llamé desde tu casa a la mía diciendo: "Mamá, vení a buscarme" porque nos habíamos peleado de muerte. Por supuesto que a los 5 minutos se nos pasaba y seguíamos jugando como si nada. Reproducíamos programas de televisión, por ejemplo "Ángel, la niña de las flores", sí, la de la "flor de los 7 colores"; cantábamos las canciones de Telejuegos; mirábamos Los Pitufos... En la primaria, si una faltaba, le pasaba la tarea a la otra; en una época hasta me diste clases de origami, porque era una materia optativa y yo había elegido una menos "Utilísima". Y durante nuestra primaria, el furor de los altos jopos batidos llegó. ¿Te acordás de aquella vez que me planchaste el pelo y me hiciste uno? También en esos años, llegó Luisito, quien cuando me quedaba a dormir, invariablemente me despertaba a eso de las 10 de la mañana del sábado -plena madrugada para mí- diciendo: "¡Letana, depetate!" para ver Pie Grande y los Henderson. En algún momento de esta época, como éramos taaaan amigas, acordamos casarnos en boda doble el mismo día.
Cuando terminamos séptimo grado -Silvia Martos diría con tono de indignación: "¡Séptimo grado, alumnos, séptimo grado!"-, fuimos de viaje de egresadas a Sierra de la Ventana y compartimos una gran habitación con otras compañeritas. Atravesamos cagadas de miedo vistiendo nuestras calcitas el puente colgante y lloramos a moco tendido la noche del fogón creyendo que no íbamos a ver a nadie nunca más. No se nos ocurrió que algún día desearíamos no ver nunca más a algunos.
Yendo al parque a hacer picnics para festejar el día del amigo y el de la primavera, así cayeran rayos y centellas, arribamos al secundario. Casi me muero cuando me enteré de que te cambiabas de colegio, pero sobreviví. Llegaron los tiempos de ir mucho al cine, a bailar un poquito, al shopping bastante y un poco a reuniones de egresados en las que notábamos el increíble incendio de etapas para nuestros ex-compañeritos y no para nosotras. Varios ya tenían hijos, otros estudiaban para ser mimos... Mientras, vos fantaseabas que tus esponsales se celebrarían en un campo, al aire libre y con un vestido blanquísimo lleno de tul. Yo me empecé a dejar el pelo largo, ilusionada con que crecería hacia abajo en vez de hacia arriba y los costados, y resolví que nada de cinematográfico casorio simultáneo mientras fuera cerca de la naturaleza. Un día te pusiste de novia con ese chico que vivía en Haedo. Tomabas el tren del Oeste para ir a visitarlo y me decías, con emoción: "no es tan lejos...".
Y así nos recibimos y empezamos la facultad. En esa etapa decidiste que querías hacer algo con los bloques pero todos los días y a lo grande: elegiste ser arquitecta. Te levantabas a altas horas de la madrugada y viajabas en colectivos atiborrados de otros estudiantes, por supuesto, nunca tan aplicados como vos. Reclutabas gente para ayudarte a pintar, pegar, cortar, borrar, en los días previos a entregas. Ideabas locas maquetas desmontables, plegables o reversibles (siempre un misterio para mí) y a pesar de que no te quedaba tiempo, derretías a algún estudiante crónico con sólo mirarlo. Un día de gripe espantosa, sintiéndome morir, pactamos que si me pasaba algo, todo mi maquillaje y mis cosméticos quedarían para vos. Nos juntábamos a estudiar cada una lo suyo y después salíamos a romper la noche, bailando cada canción como si fuera la última de la tierra. Más o menos por esos años, llegó el muchacho daltónico que te regalaba música melosa y otro que aparentemente, sólo deseaba satisfacer sus más fogosas necesidades con tu organismo. Compartimos vacaciones en Mar del Plata y Villa Gesell, siempre en busca del amor de nuestras vidas. En eso apareció aquel joven semi-mafioso con transtorno obsesivo compulsivo, quien, como el original, no se caracterizó por gozar de una vivienda muy céntrica...
Terminamos de graduarnos y viajé a Disney bastante decidida a quedarme en el norte del continente por el resto de mi vida. Dicen las malas lenguas que vos llamabas a mi casa y preguntabas con voz trémula "¿Cuándo vuelve Ali?". Volví -dicen esas mismas lenguas que porque extrañaba y me di cuenta de que no hay nada como vivir a 5 cuadras de lo de mi mejor amiga, pero no sé a qué se refieren- y te encontré en feliz pareja con alguien que vivía... en Rosario! No lo podía creer, pensé: "pero a esta chica le patina, más lejos no se lo podía buscar...". Pero claro, el amor aparece, se da mágicamente, no le elegimos el lugar de residencia.

Renovando tu idea de que "tan lejos no es...", viajabas horas hasta allá, él viajaba horas hasta acá, quizás para verse un fin de semana cada quince días y nada más, mucho beso por chat, por teléfono -¡vivan las telecomunicaciones y los micros de larga distancia!-. Y así, a la distancia, mantuvieron e hicieron crecer este vínculo maravilloso que en unos días más van a sellar en público. Sé que el día "B" vas a estar radiante, sé que voy a llorar como una Magdalena -para adelantar, ya empecé ahora, mientras escribo esto-, sé que seguramente tu mamá también, sé que todos los que los queremos vamos a estar muy felices y ustedes, los enamorados, más que nadie en el mundo. Lo que quiero con toda mi alma es que sean tan felices como puedan y anhelen y que se sigan amando y cuidando como hasta ahora y más.
Afortunadamente, el cosmos se ordenó de manera tal que sólo nos sigan separando unas cuadras y que cuando nos juntemos podamos charlar hasta que nos desmayemos en vez de pasarnos tarea o estudiar.

Te quiero mucho Car, sos mi hermana.

Les deseo lo mejor.

¡Y que viva la novia!

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