viernes, mayo 01, 2009

El infierno de Fray Santiago

Tengo un mosquito parado sobre la pierna. Podría ser un transmisor de enfermedades e inocularme algo mortífero. No matarás. No mataré. Si lo hiciera tendría que por lo menos confesarlo. Pero qué ridículo confesarle a mi mentor que maté un mosquito. Por otro lado, si no lo confesara, estaría cometiendo pecado de omisión, con lo cual cargaría con dos más y no sólo uno en mi larga lista. Matar es grave aunque sea un mosquito, si no, no figuraría entre los mandamientos. Y este mosquito es igualmente importante que otras criaturas vivas, si no, ¿para qué fue creado? Es una creación del mismísimo ángel caído y tengo que luchar contra ella. Esta sería una justificación muy fácil, hasta blasfema. ¿Y si sólo es una tentación para probarme? Entonces debería dejarlo vivo para ganar la batalla de la eternidad. Si lo mato y al menos lo confieso no puede ser tan grave. Es que matar es grave, yo no quiero cargar con eso. Claro, eso es pereza, cómo voy a hacer sacrificios en mi camino hacia la santidad si me niego a una pequeña carga. Lo dejo vivo y confieso pereza de sacrificarme. Pero estaría mintiendo, sería peor que omitirlo. Me está picando. Creo. Lo espanto. Vuelve. La realidad es que creo que si lo mato podría ir al infierno. Quizás con esto llegue a la cantidad de pecados que evitan mi pasaje por el purgatorio y vaya directamente a arder al abismo. Si lo sigo dejando vivo, me pica y muero, estaría pecando con mi propia muerte al no cumplir con los designios divinos. ¿O estaré signado para dejar este mundo en esta hora y no envilecerlo más con estos pensamientos, mis acciones o mis inacciones? Si esto fuera cierto, tendría que dejarlo vivo y que todo siguiera su curso. ¿Cómo saberlo? Intenta picarme de nuevo incrustando su probablemente ponzoñosa trompetita. ¿Por qué pensar mal del pobre insecto? Tal vez no pase nada y al picarme a mí deje de picar a un hermano más débil o más valioso para la comunidad, con lo que no matarlo sería más que cumplir el mandamiento, sería un ínfimo sacrificio que el día del juicio final podría pesar como el más denso de los metales en mi favor. Tendría que consultarlo con mi mentor, seguramente también es un tanto pecaminoso tratar de no pecar pensando en un último beneficio egoísta. ¿Podría mi actitud servir de ejemplo, entonces? Así sería algo bueno para mis hermanos también. Pero esto me da otro problema, para que sirviera de ejemplo tendría que difundirlo de alguna manera y hablando de mis propias acciones buenas podría pecar de soberbio. Esta mínima soberbia provendría de una buena acción para mis hermanos y sería mejor a la hora de la confesión. Prefiero confesar soberbia que muerte. Sí. Va a quedar vivo entonces para que no pique a mis hermanos. Ahí trata de picarme otra vez. Lo espanto de nuevo. ¿Y si al espantarlo se acerca más a otro objetivo que sólo lo deje hacer y cumplir con su misión, ya sea para ejemplificar o para librar de un mal mayor? ¡Entonces estoy pecando cuando lo espanto! Oh, Dios...

Google