domingo, agosto 13, 2006

Viajes en sandalias




Las vendían en la zapatería de al lado de mi casa, antes de llegar al almacén. Eran de tacos altos y plataforma, negras, charoladas, con una hebilla dorada. Perfectas. Nunca voy a ningún lado, más que al almacén para las compras de todos los días. No me importó, me enamoré y me las compré. Eran carísimas para mi pensión. Primero pensé que era una locura ponérmelas sólo para ir al almacén. Me puse a preguntarme qué haría yo con semejante calzado… Me gustaría salir a la calle muy arreglada y tener algún lugar a dónde ir, mostrárselas a amigas de toda la vida, a parientes, conversar largo con todos ellos y después volver a mi casa. No tengo a dónde ir, amigas, parientes ni charlas. Ese día decidí que iba a seguir sin ir a ningún lado pero que iba a conversar largo con todos los que pudiera. Me arreglé, me puse las sandalias y tomé el primer colectivo vacío que pasó. Me senté estratégicamente del lado de dos para tener pronto alguien con quién charlar. Charlé con todos los que se sentaron en el asiento de al lado. Aunque no quisieran, yo conversaba con ellos. Así me pasé la tarde y sigo pasando días. Hago viajes para charlar. En sandalias. Son hermosas. Perfectas para charlar.

Iniciado en invierno de 2005 y terminado hoy.
Mucho no me convencen, ni este ni el anterior. Fluffly. Quizás los mejore. O los omita.

Sandalias de charol




Subí al colectivo y elegí un asiento de uno. Ahí estaban. A mi derecha, cerca de la ventanilla. Hermosas. Negras. De taco alto. Charoladas y con hebilla dorada. Perfectas. Los pies que las calzaban no tanto. Eran unos pies ajados, marchitos, que nunca hubieran podido lucirlas ni caminar con gracia en ellas. Noté que hablaban animadamente con las zapatillas de al lado. Pensé que iban juntos y hubiera jurado que eran abuela y nieto. Me sorprendió mucho que las zapatillas de pronto se acercaran a la puerta para tocar el timbre, dejando a las sandalias sin saludarlas con el apego esperable de aquel parentesco. Me bajé del colectivo convencida de que las sandalias sólo viajaban en colectivo para calmar la soledad. Esas sandalias sólo evitaban que aquellos pies cumplieran con su función básica de sostenimiento. Sólo les permitían participar de una charla en posición de descanso. Perfectas para charlar.


Iniciado en invierno 2005 y finalizado hoy.
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