jueves, octubre 19, 2006

Niña no more


Qué bueno no ser más una niña.
Llego a los estantes altos.
Cruzo la calle cuando quiero o puedo.
No dejo que la leche tenga nata, la tomo tibia.
Tengo consciencia de mis limitaciones físicas y de que no soy incansable ni irrompible.
No temo que niños malos me manoteen el gorro de invierno y que se me congele la cabeza en la temperatura de julio a las 8 de la mañana.
Bastante gente me toma en serio.
Tomo en serio sólo a alguna gente.
Elijo con quién estar, dónde y cuándo, en la medida de lo posible.
Me voy si no me gusta, en vez de llamar a mi mamá para que me vaya a buscar.
Si tengo ganas, tomo Bailey's.
Vuelvo a usar cosas que había dejado de usar porque eran "para nenas".
Mantengo los mismos gustos musicales. Encuentro nuevos.
Les hago regalos a mis papás y abuelita sin pedirles plata.
No tengo que hacer gimnasia si no quiero.
Puedo ver todas las películas que me de la gana.
Me quedo levantada hasta la hora que quiera aunque no dé más de sueño.
Hago trámites sola, hasta para otras personas.
No me preocupo por tener la tarea hecha. En el caso de que lo hiciera, me preocupo menos.
Puedo decir "Es chiquito" con total razón, sobre alguien de 19 años.
Conozco bastante la ciudad.
Viajo en colectivo y no me pongo ansiosa en cuanto noto que no tengo ni la más mínima idea de dónde estoy. Ya voy a llegar a algún lugar que reconozca.
Les doy poca importancia a las cosas poco importantes.
Aprendo cosas nuevas.
Apruebo, desapruebo, autorizo, hago quejas formales.
Con un poco más de chances, sigo tratando de cambiar el mundo.
Salto con los dos pies juntos.
No lustro los zapatos ni pinto las zapatillas de blanco.
Sigo creciendo.

3 comentarios:

Max Pascuzzi dijo...

Es curioso lo que comentas...
De un tiempo a esta parte me dí cuenta que el mundo cotidiano que me rodea cambió irremediablemente. Amigos que están por ser padres, o empezando a vivir en pareja. Lo que me llevó a reflexionar que nosotros cambiamos pero muchas veces no nos damos cuenta que los que nos rodean también lo hacen. A vences pienso que es parte de un deseo subconsiente egoista que quiere que las cosas que nos rodean se mantegan igual. Como la casa de los padres. Si bien hace años que no vivis mas ahi, te tranquiliza saber que todo luce igual, que los mismos cuadros siguen colgados, o que la mancha de la alfombra sigue ahi.
En fin, ya me extendi demasiado y me puse demasiado melancolico. Flufly.

Alexandra Jamieson dijo...

Yo tenía una profesora en la facultad que decía algo así como que el olor a tostadas para la merienda, eran, para el niño de la casa, el sinónimo de la casa y de la rutina familiar y que por lo tanto no debería tratarse de modificar esa actividad y lo que la rodea. Así que los cuadros y la mancha de la alfombra me parecen fundamentales. Igual no recuerdo mucho lo que decía esta profesora, así que la verdad no sé si lo entiendo mucho. Cuak!!!

Anónimo dijo...

Zzz..

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